Editorial Vistazo

PELILEO, LA ETERNA PROMESA TEXTIL

Entre informalidad, ilegalidad y desunión; así se hila el sector textil y de confección en Pelileo. Aunque se lo proyectaba como el principal polo textil del Ecuador, el cantón tungurahuense no logra despuntar esta actividad. ¿Qué le falta?

Miguel Alvarado Almeida / malvarado@vistazo.com

Pelileo es conocido como “La Ciudad Azul”. Se debe a que la producción y venta de pantalones jeans hizo que las veredas del cantón tomen ese característico color azulado. También se posicionó en la mente del comprador ecuatoriano; para muchos, la palabra Pelileo es sinónimo de jeans. Y a pesar de que hace más de 30 años se colocaba a este cantón, distanciado a 20 kilómetros de Ambato, como un importante producto de textil y confección, esto no se tradujo a un significativo crecimiento empresarial, sino en una actividad económica que los ayuda a “sobrevivir”. Según proyecciones de la Asociación de Industrias Textiles del Ecuador (AITE), Pelileo representó el seis por ciento de las

ventas nacionales del sector en el último año. Resulta contradictorio, pero en Pelileo todos saben los problemas que los mantienen así y también las soluciones que deberían implementar. Pero cada actor de esta historia dice que no puede hacer más… ¿A qué se debe?

Primeras telas

El boom textil en Pelileo arrancó a finales de la década de 1980. Históricamente, la provincia de Tungurahua se ha caracterizado por la fabricación de prendas de vestir y de calzado. Para las vestimentas se dividen en dos actividades claves: la textil y la de confección. La primera es la fabricación de las telas, que servirá de base para que se realicen los cortes de confección de cada una de las prendas. En el caso de Pelileo, allí se realizan estas dos actividades. Según los registros del Servicio de Rentas Internas (SRI), Pelileo tiene ingresos por la fabricación y ventas al por mayor de textiles por 37 millones de dólares en el último año. Mientras que del lado de la confección, el cantón generó ingresos por 32 millones de dólares por la elaboración y comercio al por mayor de prendas de vestir. El presidente de la AITE, Javier Díaz, reconoce la importancia de Pelileo en la productividad. “La zona es representativa en la producción, allí se elaboran muchos metros de tela al año”, acota.

Cristina Hernández, presidenta de la Cámara de Comercio de Ambato (CCA), recuerda que en sus inicios se hablaba netamente de confección y maquilas de pantalones, pero esto acarreó un problema que se mantiene. “Eso sí generó trabajo, pero se quedó estancado en un nivel artesanal”, menciona.

Los propios vendedores y productores indican que en sus inicios el negocio iba viento en popa. La principal vía del cantón se convirtió en un centro comercial abierto, donde proliferaron varios locales comerciales de pantalones jeans. Luego se introdujo otras prendas, como camisas o abrigos. La ubicación de la Feria El Tambo era estratégica debido a la concurrencia de vehículos que ingresaban o salían por la provincia y promovían el comercio de la zona. “La gente de la Costa impulsó este negocio hace 25 años”, cuenta Jefferson Vinicio, directivo de los comerciantes de la Feria El Tambo.

Él recuerda cuando los buses con placas de la Costa llegaban a Pelileo llenos de turistas; “para nosotros era una bendición”, dice. Las ventas se disparaban y el sector se movía. Se calcula que la Feria El Tambo agrupa alrededor de 150 comerciantes. Aunque no existe una proyección oficial del movimiento económico que se generaba en su buena época, varios descendientes de comerciantes, como hijos, sobrinos o nietos, empezaron a inmiscuirse en el negocio.

Y es aquí donde comienzan las dificultades de la textilería en Pelileo. Esta actividad es una de las que acarrea la mayor informalidad, principalmente en los talleres de confección. Desde el gremio lo reconocen: diferentes horarios laborales, no hay contratos formales, peor aún afiliación a la seguridad social. Aun así, mantiene su importancia en la concepción de trabajos. De hecho, el alcalde saliente de Pelileo, Leonardo Maroto, reconoce que si bien la avicultura es la mayor fuente de ingresos del cantón, la textilería es la principal generadora de empleos. “En promedio, cada pantalón genera entre seis y siete puestos de trabajo”, acota.

La cadena de valor de un pantalón comienza con los productores o importadores de la tela, luego sigue con los distribuidores. De allí el proceso continúa con los

En Ecuador, el sector textil y de confección generó ventas por 1.000 millones de dólares hasta octubre de 2022, de acuerdo a la AITE. Se estima que entre la informalidad y formalidad ingresan 2.500 millones de dólares.

confeccionistas que se encargan de los cortes, a la par con quienes colocan los botones e hilados. Le siguen las lavanderías que le dan los colores y tonalidades al pantalón. Finalmente, el último eslabón de la cadena es el vendedor del producto.

Díaz (AITE) explica que la informalidad se debe a la rigidez en el marco de contratación laboral. “Usualmente los tienen (a los trabajadores) con modalidades externas al Código del Trabajo. Además, la alta carga tributaria y la alta regulación ambiental en el sector empujan a muchos a ser o mantenerse informales”, detalla. Por su parte, Hernández (CCA) manifiesta que la informalidad ocurre en todas las escalas, desde la producción, distribución y comercialización “porque les funciona para vivir y producir ingresos, es más rápido”.

Floja unión

Desde 2010, las importaciones de telas asiáticas abarataron costos para los confeccionistas. Pero a su vez, complicaron el negocio de los textileros. Fue aquí cuando la competencia desleal, entre los propios actores del sector, empezó a ser evidente. Principalmente porque cada productor comenzó a colocar su precio. De modo que, aumentó el costo final de los que producían la tela localmente para elaborar un pantalón, frente a los que utilizaban telas importadas (en algunos casos, de contrabando).

“El problema es la falta de unidad. Entre ellos no se ponen de acuerdo para establecer el precio, cada uno fija el suyo y no lo consolida en la feria”, menciona el alcalde Maroto. Esto ha comprometido la calidad del producto, puesto que, para competir, han tenido que buscar alternativas más bajas. “Hemos visto que compañeros han innovado en diseños y calidad, pero la realidad del negocio es que no nos da para eso. La gente está dejando un buen producto porque busca algo económico”, menciona Vinicio (representante de los comerciantes).

Según los registros del SRI, los importadores de tela denim (tipo jeans) se han fortalecido en Pelileo. Este tipo de negocio se consolidó porque traen la tela y la distribuyen a todo tipo de clientes. Un caso es el de Impordenim, que traen la tela desde India para distribuirla a clientes confeccionistas de todo el país. Disponen de bodegas en Pelileo y generan empleos en la zona. Pero del lado de la confección, los talleres son el ejemplo de la informalidad. De hecho, en el recorrido del equipo de Vistazo al cantón, uno de los dueños de un taller avisó a sus compañeros de nuestra presencia para evitar una visita. Uno de ellos, que pidió mantener el anonimato, explicó que temen alguna sanción por parte del Ministerio del Ambiente, del Trabajo o del SRI. A pesar de varias ordenanzas e intentos de reubicación de los talleres y lavanderías, los propios productores reconocen que la contaminación no ha disminuido.

Lo único que se avanzó fue la reubicación de varios talleres dentro de la zona urbana y se consolidó la comercialización de pantalones. Pero con el tiempo, indican las autoridades, se creó una burbuja inmobiliaria. “El alto índice de comercio textil ha elevado la plusvalía de la zona. El avalúo catastral subió y los arriendos están elevados”, expone el alcalde. Del lado de los comerciantes, Vinicio sostiene que los pantalones en Pelileo se encarecen por el alto costo del

Hoy es más económico comprar en Guayaquil un jean fabricado en Pelileo que en el propio cantón tungurahuense. El alto costo de arriendo de locales comerciales aumenta el valor.

arriendo. “Por eso muchos tienen negocios paralelos. Por ejemplo, la boutique y una tienda al lado, para sostenerse”, comenta. De esta manera, comprar un pantalón jean en las ferias de Guayaquil resulta, en algunos casos, más barato que en Pelileo, porque no se paga ese elevado valor de alquiler.

Por otra parte, la consolidación de un producto completo, con marca representativa, todavía es una utopía para los pelileños. “En el año 2012 se trató de promover la creación de una marca local para llevarla a otros países. La falta de asociación entre los propios textileros impidió que los grupos se consoliden. Con falta de entendimiento entre la directiva no hay producción en volumen sostenible”, recuenta el alcalde Maroto.

En 2019 también se intentó avanzar en mesas de trabajo. Sin embargo, explica el burgomaestre saliente, al inicio existió gran acogida, pero luego se retiraron por el temor de la falta de papeles. “Debemos cambiar el modelo de gestión. Queremos dejar de ser simplemente grupos que maquilan productos”, agrega Maroto. Aun así, el escenario es complicado a simple vista.

Una de las soluciones sería que los comerciantes se unan, creen una marca local y fijen el valor del producto. Es un escenario complejo puesto que ellos manejan diferentes proveedores, estándares de calidad y formas de hacer negocio. En el caso de la burbuja inmobiliaria, la administración ha iniciado estudios para la construcción de un centro de exposición donde se vinculen otras zonas productivas en un nuevo polo de desarrollo. No obstante, el cambio de alcalde pone en suspenso este plan.

Hasta ahora, lo único seguro, es que en Pelileo se continuarán produciendo jeans de diferentes calidades y se los venderá en la calle de la Feria El Tambo. Del mismo modo y con igual moda que se viene haciendo hace 30 años.

La falta de unión entre productores y comercializadores de jeans es otro factor que complica al sector. Al no fijar un precio, algunos optan por ofrecer diferentes valores y hasta de calidad.

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