Editorial Vistazo

Luis Iván Espín

Desde hace 16 años, la vida de Luis Iván se arma como un rompecabezas. Prepara, talla, ordena, ensambla y realiza mosaicos urbanos con el rigor de un arquitecto y la creatividad de un artista multifacético.

Por Sébastien Mélières - Fotos César Mera

Su familia lo presionó para que sea ingeniero comercial y tenga una carrera “real” pero desde chiquito Luis Iván estaba contagiado por el arte. “Mi papá dibujaba de manera empírica y me encantaba verlo crear. Terminé mi carrera de Contabilidad pero sentía que tenía que atreverme a intentarlo como artista”, confiesa el guayaquileño quien decidió entrar a la Universidad de las Artes en 2008 contra viento y marea. Un año antes de graduarse de la institución, uno de sus profesores, el arquitecto Luis Piguave le propuso integrar su grupo de trabajo. “En ese entonces no sabía nada de cerámica y mosaico pero el desafío me llamó la atención y acepté. Aunque estaba a punto de graduarme de Pintura y Dibujo Artístico aprendí un oficio que requiere saber tanto de pintura, escultura, diseño gráfico, proceso arquitectónico y albañilería”, recalca el joven profesional de 36 años.

Vivir el arte

Luis Iván trabajó 10 años con su profesor y un equipo que podía reunir hasta 10 personas dependiendo de la magnitud de la obra cuya elaboración puede requerir entre una semana y tres meses de actividades intensas. “Todo empieza por un dibujo, a mis inicios lo hacía con carbón. Se realizan maquetas a escala, luego se transporta la maqueta al lugar real y traspasamos medidas al área a intervenir, después se va revistiendo la parte li

neal para finalmente rellenarlo de color con las diferentes texturas que nos da el mosaico”. Desde hace seis años, Luis trabaja por su cuenta y le sigue apasionando la consistencia de los materiales como son las teselas de piedras, de vidrio, de esmalte o de tierra cocida de diversos colores. Trabaja con cemento de cal o masilla oleaginosa para formar un tipo de pintura, logos o figuras geométricas muy realistas.

Como muestra de agradecimiento realizó un mural en la Universidad de las Artes y desde este momento no ha parado de trabajar en muros verticales, pavimentos de pisos o escalinatas. “Lo más cómodo son los muros porque es como pintar en un lienzo. En pisos o escalinatas uno trabaja sin perspectiva y los olores tóxicos y los dolores de espalda son parte del trabajo. Tengo una escoliosis por las malas posturas y largas horas de trabajo”, indica el artista guayaquileño a quien le gusta evocar la frase de Enrique Tábara: “El arte es un oficio difícil pero con el tiempo vas flotando y uno sale triunfando”.

Los tesoros de Italia

Luis trabaja con mosaico y cerámica, utiliza amoladora y cortadora rectas para sacar fragmentos específicos. “Uno tiene que intervenir en los cortes y los fragmentos para armar el rompecabezas”, explica. “El color del mosaico viene de fábrica, lo que se puede hacer es trabajar con el esmaltado para modificar el color inicial. Hasta los años 90 se importaba el mosaico desde Italia, España, China y Brasil. Ahora existe una fábrica en Guayaquil que crea mosaico pero no existe mucha variedad”, añade.

Cuando Luis Iván piensa en su carrera le sorprende el camino recorrido. A lo largo de 16 años se perfeccionó y se hizo más detallista, siente que puede asumir cualquier reto. Se adapta a las exigencias del mercado e intenta realizar cualquier obra como si fuera su propio cliente. “Ya sea un presupuesto considerable o austero, el profesionalismo debe primar. Mis obras perduran en el tiempo y de alguna forma firmarlas es evidenciar mi sello”, acota el artista que tuvo que restaurar algunas de sus obras debido a los temblores que vivió la ciudad.

De alguna manera Luis Iván es el garante de la tradición de un arte callejero que dio a Guayaquil sus obras más emblemáticas como son los murales del Puerto Marítimo, las fachadas del Hospital del Niño o la Caja del Seguro Social (de 90 metros de longitud y 3,50 metros de alto, formado por 756.670 mosaicos) elaboradas por Jorge Swett. “Hice mi tesis influenciada en su obra. Es mi referente desde niño. Cuando estudiaba Diseño Gráfico en la Espol lo veía trabajando en el malecón y nunca me atreví a saludarlo. Murió a los 90 años y trabajó hasta el final. Dejó unas 100 obras en Guayaquil, la mayoría creada cuando los andamios de cañas se arrimaban a la pared y las computadoras aún no existían”.

Me despido de Luis Iván. Mañana se alistará para enfrentar una nueva obra. En su sombra estará la silueta de Jorge Swett con su peculiar bastón y en sus manos la precisión adquirida gracias a su profesor Luis Piguave. Nunca se olvidan a los maestros y las obras nunca mueren.

El mosaiquismo tuvo su auge tras el fallecimiento de Alejandro Magno. La ciudad de mayor actividad en la creación de mosaicos fue Alejandría, donde este arte se lució en varios palacios.

Sumario

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2023-03-09T08:00:00.0000000Z

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