Editorial Vistazo

Carlos Rojas

Así como en los debates legislativos los presidentes recurren a las coaliciones fantasmas y mayorías móviles para la aprobación de las leyes, también tienen que fabricar enemigos circunstanciales para sortear los baches y conflictos.

Por Carlos Rojas Araujo crojasa@ecuavisa.com @carlosrojasecu

Ɏ38('( 68%6,67,5 un político en el juego del poder sin un enemigo? La pregunta se vuelve pertinente luego de que en dos entrevistas radiales el presidente Guillermo Lasso ha ubicado a Leonidas Iza, cabeza de la Conaie, como el adversario que el Ecuador debe derrotar.

Usó términos duros contra el dirigente indígena que saltó a la fama, en octubre de 2019, sobre la estela de destrucción y desencuentros de un paro que traumatizó a los quiteños.

Si hoy Iza volviera a movilizarse, sería difícil que la Capital termine como ciudad Gótica, a merced de un villano intransigente. El país vive hoy otras condiciones en su urgencia por superar la pandemia y recuperar la economía. El propio presidente Lasso pudo insertar en el debate la idea de que en la generación de empleo privado o la puesta en marcha de nuevos emprendimientos está la vía para el crecimiento. Por eso, el pliego de peticiones de Iza, anclado en una visión paternalista agobiante, despierta muy poco entusiasmo.

Pese a la patética desconexión de la Conaie con la sociedad, Lasso insiste demonizar el libreto de su principal dirigente, quizás para que en un eventual escenario de protestas sea más fácil poner a los ecuatorianos entre el bien y el mal.

La arremetida contra Iza persigue otro objetivo importante: generar tensiones y fragmentación en Pachakutik a fin de que el Gobierno pueda acercarse a sus legisladores, alcaldes y prefectos prescindiendo del dogma con el cual Iza ejerce la política.

Durante mucho tiempo, la academia latinoamericana advirtió que una característica del populismo es la fabricación de enemigos para controlar el poder. Y en esa lucha a muerte, al caudillo de turno le estorban las instituciones.

Sin embargo, la necesidad permanente de recrear escenarios de conflicto es un comportamiento inherente a cualquier civilización porque, en palabras de Umberto Eco, la paz duradera guarda una peligrosa ruta a la inestabilidad y al debilitamiento de las estructuras que sustentan una nación.

Lasso no es un político populista, pero sí la cabeza del Estado. Y en un país con una vocación presidencial y caudillista tan arraigada, lo bueno y malo que nos suceda necesariamente será responsabilidad de quien despacha en Carondelet.

Es muy probable que así como en los debates legislativos los mandatarios recurren a las coaliciones fantasmas y a las mayorías móviles para la aprobación de leyes, también tienen que fabricar enemigos circunstanciales para sortear los baches y conflictos.

Por eso hay cierta calma entre el Gobierno y el correísmo, pues su abstención en favor de la reforma tributaria está muy fresca mientras se define el futuro carcelario de Jorge Glas.

Cuando la agenda de movilizaciones se aplaque, habrá otro enemigo que perfilar. Entonces volverán las tensiones legislativas, las disputas territoriales con los partidos de cara a las elecciones seccionales o se sentirá la presión internacional de una izquierda que cruza los dedos para que Gustavo Petro gane en Colombia y Lula da Silva vuelva a gobernar Brasil.

Es que mirando con cabeza fría la geopolítica de América del Sur, seguramente a Lasso le toque identificar al Grupo de Puebla como el enemigo definitivo que pronto estará al acecho.

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2022-01-14T08:00:00.0000000Z

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