EL ESCRITOR DE LA PARADOJA

La máquina de escribir Olympia dejó de teclear para siempre a fines de septiembre. Eliécer Cárdenas Espinosa (Cañar, 1950) fue el escritor ecuatoriano de la paradoja. A los 29 años publicó su ópera prima: “Polvo y Ceniza”, premio Nacional de Novela en 1979, con más de 15 ediciones; publicada en Colombia, Cuba, México y España; traducida al inglés, francés, alemán y portugués.

Desde entonces publicó 20 novelas y otras obras. “He tenido que dedicarme a otros trabajos, he sido periodista, director de biblioteca; el centro de mi vida ha sido la escritura. Pero de la literatura no se vive”, le confesó a Vistazo en la última entrevista que concedió. Se difundió exactamente dos años antes de su fallecimiento.

Su madre, Soledad Espinosa Cordero, fue una maestra fiscal que le inculcó el amor por la lectura. Su padre, Arturo Cárdenas, un funcionario público que le enseñó a narrar historias. Su tío materno es el escritor y periodista Simón Espinosa Cordero.

Él también se unió a una sala de redacción. Ejerció el periodismo por 30 años y fue jefe de redacción de diario El Tiempo, del que se desvinculó cuando la familia propietaria vendió el medio al emporio del correísmo.

Jubilado de la biblioteca municipal, de la cual fue director, trabajaba en su oficina en el centro de Cuenca, donde ejercía como abogado. Su más reciente obra versaba sobre un fallo judicial erróneo, un relato sobre los equívocos de la administración de justicia.

A los 14 años supo que iba a escribir hasta el fin de sus días. Y así fue. En “Polvo y Ceniza”, el personaje central, Naún Briones, tiene una revelación. Sueña en Jesús. “Un pobre viejo ciego y mendigo que anda por todos los caminos tocando un redoblante… en el sueño traía una cara larga de tristeza y su voz larga y fatigada me decía pronto vas a despertar, Naún, te digo yo que sé todas las cosas, que soy la vida, el camino, el polvo y la ceniza”.

Esa era la gran paradoja de su obra. Briones es el ladrón que ama. El uniformado que cumple la ley es el hombre que odia. Y todo se resume en tres palabras: polvo y ceniza.